jueves, 27 de febrero de 2014

el cacao salvadoreño preservacion de 300 años

El Salvador ha marginado su cacao fino durante más de 300 años, a pesar de que tiene una calidad superior al de la mayoría de los países que lo producen. Sin embargo, este cultivo ancestral se ha resistido a desaparecer de estas tierras, las cuales un día lo hicieron brotar en masa. Ahora se ha afianzado a esfuerzos que, aunque incipientes, están empecinados en hacerlo cobrar fuerza. 

 

Jaime Arévalo recorre sus cultivos de cacao en Izalco, Sonsonate. Este agricultor moreno camina sobre hojarasca y en una tierra oscura que parece estar siempre húmeda. Se mueve entre árboles cuyos troncos están repletos de chichones con forma de almendras y del tamaño de una papaya. Los frutos ovalados cuelgan desde la base hasta donde inician las ramas, pero solo corta los maduros. Con ellos iniciará el proceso que acabará en una taza humeante de chocolate.

Las tierras de Jaime forman parte de las más de 43,000 hectáreas de suelo salvadoreño que son idóneas para dejarse preñar con cacao, según el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Y estas tierras han sido idóneas desde épocas ancestrales, cuando se creía que de estas almendras emanaba el alimento de los dioses. Sin embargo, del imperio de 10,000 manzanas que hace varios cientos de años producía en esta zona de Sonsonate toneladas de cacao solo quedan reducidos vestigios como los terrenos de este y de otros pocos agricultores. El resto se marchitó bajo varias capas de ceniza volcánica y displicencia, y murió junto con sus productores originales.

Sumados, los agricultores que producen cacao en El Salvador apenas hacen brotar dos de cada 10 libras de cacao que se consume, porque aunque presenten resistencia para cultivarlo, los salvadoreños no han dejado de servirse un promedio de 1,000 toneladas métricas de chocolate cada año. Un equivalente al peso de 2,500 vacas. Y la mayor parte del chocolate que se bebe o se mastica en el país sabe a Nicaragua, a Honduras y a Guatemala, a quienes se compra el cacao, según datos oficiales.

Aunque el territorio de este país no permita cultivar tanto cacao como para competir con los mayores exportadores internacionales, tiene bajo la manga una carta que puede hacerlo destacar. Estas tierras, como pocas en el mundo, saben cómo parir cacao criollo, el más demandado, menos producido y mejor pagado en el mercado mundial.

Cultivar el cacao a largo plazo deja mejores retribuciones que cultivos como granos y hortalizas, contribuye en gran medida a la conservación de los suelos y genera empleos con más posibilidades de equidad de género. Sin embargo, los $3,000 que cuesta en promedio arrancar con 1 manzana de cacao, más los entre cuatro y cinco años que hay que esperar para que la inversión genere ganancias, hacen que muchos productores potenciales se resistan a cambiar sus cultivos tradicionales. Y aunque los esfuerzos por reactivar este cultivo ya dieron sus primeros frutos, la resurrección de este imperio todavía es incierta.

Durante décadas, El Salvador ha sido reconocido por la calidad de su café. Tanto que a estas alturas goza de una Taza de Excelencia que lo hace destacar en el mercado. Pero si de calidad se trata, El Salvador reúne todos los elementos para situarse en una posición privilegiada por las grandes posibilidades que tiene para hacer que sus tierras produzcan cacao de la mejor calidad, de acuerdo con estudios internacionales recabados por el MAG.

A Jaime esa verdad le ha quedado clarísima después de todas las capacitaciones potenciadas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) a las que ha asistido. Mientras corta los frutos almendrados con una navaja y con un machete, cuenta que ha aprendido que las tres especies de cacao que se comercializan en el mundo se clasifican como forastera, trinitaria y criolla. “El forastero es el más corriente; el criollo es el más fino y de rico aroma, el cual piden las chocolaterías más finas del mundo; y el trinitario es la mezcla entre el criollo y el forastero, pero también se considera fino”, cuenta mientras abre con el machete una de las mazorcas –se llaman así por la forma en la que están ordenadas sus semillas— maduras y deja descubiertas sus semillas. Esas pepitas despiden olor débil, muy parecido al que despide una taza de chocolate caliente.

El Salvador, como pocos territorios en el mundo, puede producir el cacao más fino y aromático. La demanda de este tipo de cacao aumenta un 8 % cada año, de acuerdo con estimaciones de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Y esta situación parece más favorable cuando la producción de esta clase de cacao no ha variado en los últimos años. Eso ha hecho que cada año se satisfaga menos esta necesidad en el mercado internacional. Mejor aún: el cacao criollo aún brota en estas tierras, quizá como rebeldía ante una realidad que durante años solo vaticinaba su extinción.

Aunque hoy parezca un mito más, esta región de Sonsonate que huele a tierra mojada y que casi siempre permanece tibia fue el epicentro de un auténtico imperio de cacao. Hace varios cientos de años, en esta zona, que hoy está poblada de casas y de sembradíos diversos, había 10,000 manzanas plagadas de árboles de cacao. Izalco, Nahulingo y parte de Nahuizalco generaron miles de toneladas de esas pepitas que hasta fungieron como moneda. Y desde 1500, cada libra producida estaba destinada a terminar en el paladar de España y de otros países europeos. Pero este poderío se fue marchitando a partir de 1700, según la información documental y antropológica que recabó durante varios años ES-CACAO, uno de los principales promotores actuales de la siembra de cacao fino.

La ceniza que escupió durante 200 años el volcán de Izalco, que hoy se alcanza a ver a espaldas de Jaime, cubrió y marchitó miles de manzanas de cacaotales. Desde la llegada de la colonia, a los habitantes originarios de estas tierras los obligaban a pagar con cacao las encomiendas —los tributos en especie que debían rendir a la corona española. Y como los españoles decidieron abolir esos tributos poco después de que el pico negruzco empezara a vomitar, el interés de los lugareños por rescatar sus cultivos se fue consumiendo al mismo tiempo que los cacaotales fueron devorados por las cenizas.

Como si no fuera suficiente tragedia, los pocos productores que entonces habían decidido seguir con los cultivos también se fueron desvaneciendo. Los españoles trajeron consigo enfermedades para las que los pobladores nativos no estaban preparados. Con la muerte de aquellos primeros productores se extinguió la esperanza de reponer todos los cultivos que fulminó el volcán. Y esta historia, que Jaime demuestra ignorar mientras se come la pulpa blanquecina —parecida a la pulpa de la anona— que cubre las semillas del cacao que acaba de abrir, está respaldada por las copias de varios documentos añejos que almacena ES-CACAO.

De las 10,000 manzanas de tierra que un día tuvieron frondosos cacaotales en esta región de Sonsonate, hoy se quiere replantar al menos 70. A pesar de que podría considerarse un inicio microscópico, es el logro más concreto que la Cooperativa de los Izalcos —que comanda la iniciativa en Sonsonate— está por cosechar después de una década de intentos.

Hace unas horas, Miguel Arenívar, el presidente de la Cooperativa de los Izalcos, observaba en un vivero de Nahulingo cientos de pequeños árboles de cacao, tan delgados como un lápiz. Mientras aseguraba estar contento con el progreso de los plantines, mencionó que durante esos 10 años de insistir a los agricultores de la zona para que produjeran cacao, la respuesta fue siempre un “no”.

“La gente estaba escéptica acerca de los beneficios del cacao. No lo conocían y no había manejo técnico. Eso hacía pensar que el cacao no era rentable”, recordó cuando determinaba si la sombra que cubría a los cacaoteros miniatura era suficiente. También aseguró que junto con otros cuatro criaderos de plantas de cacao, han producido 70,000 árboles. Algunos de ellos ya empezaron nutrirse de la tierra de algunas de las 70 manzanas que han sido destinadas a poblar.

De acuerdo con este hombre de piel blanca y complexión delgada, la cooperativa cuenta con 60 agricultores dispuestos cambiar de cultivos. Aceptaron después de hacer cuentas de costos, tiempo de espera y ganancias. Conocieron que cada manzana de terreno debe albergar un ideal de 770 árboles. Como cada uno les cuesta $1.50, deberían desembolsar $1,155. Cuando sumaron gastos por mantenimiento y cuidados durante el primer año, cada productor reconoció que debería invertir entre $2,000 y $3,000 por manzana sembrada, según el tipo de suelo, la inclinación y el acceso a riegos.

Esta mañana, Arenívar evaluaba el estado de los tallos y el crecimiento de los pequeños árboles que seguían ensabanados en bolsas negras. Mientras lo hacía, aseguró, basado en las capacitaciones que recibió en Honduras, Costa Rica y otros países productores de cacao, que esta inversión no retribuye sino hasta el tercer año desde que la planta está sembrada. Para recibir ganancias, hay que esperar hasta que el árbol tenga cuarto o cinco años. También reparó en que 1 manzana de cacao bien cuidada podría producir hasta 1 tonelada de cacao. Y por ser un cacao fino, del que se produce poco, cada tonelada puede ofertarse hasta en $4,000 en los mercados internacionales.

“Este cultivo contribuye a la reforestación y puede causar un impacto positivo ante el cambio climático. No empobrece los suelos como la caña, los granos y las hortalizas, y puede generar empleos a hombres y mujeres por igual”, aseguró hace unas horas. Esa afirmación será sustentada por Rafael Trigueros, presidente de la cooperativa ES-CACAO, dentro de ocho días. Dirá que, aunque no haya ningún estudio científico que lo compruebe, hay tecnologías que al cacao le funcionan mejor si se las aplican las mujeres. Afirmará que de cada 10 injertos realizados por mujeres en sus plantaciones de cacao, nueve resultan exitosos. Dirá que a los hombres les es más difícil injertar con éxito y agregará que tiene que ver con aspectos como la motricidad fina. Además, hará énfasis en que las mujeres han sido “guardianas por excelencia” de las recetas de chocolate que fueron creadas por los ancestros.

Por eso, Miguel Arenívar habló lleno de convicción, hace unas horas, de las bondades de este cultivo. Agregó que su cooperativa busca rescatar, además de su cultivo, el valor ancestral que el cacao tuvo en la región desde que se formaron las primeras civilizaciones. “Queremos que la zona de los Izalcos vuelva a ser reconocida como una zona chocolatera, que lo volvamos a sentir parte de nuestra identidad”, destacó.

No se arrancó la convicción y el optimismo ni cuando aceptó que el cacao no está exento de riesgos. La monilia, un hongo que podría ser tan dañino para el cacao como la roya para el café, es una amenaza permanente. Y la desventaja que tiene el cacao de especie criolla es que es menos resistente a las plagas. “Pero lo que el agricultor tiene que hacer es estar pendiente de sus plantaciones. Esta monilia se cura con la dosis adecuada de sol y con la poda de las partes infectadas. Hay que estar alertas para evitar una plaga. Cualquier tipo de cultivo tiene amenazas”, admitió.

Aun así, no dejó de asegurar que al cacao le pesan más los pros que los contras. Quizá fue con esa misma convicción que contagió a Jaime, porque hoy, casi al filo del mediodía, este agricultor moreno asegura con toda su fe que no hay cultivo más rentable que este.

Mientras continúa saboreando las semillas, afirma que su lengua le indica que mientras más criollo es un cacao, más dulzón será el sabor de su pulpa. Ese método tan empírico le ha coincidido con los análisis de laboratorio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés). Gran parte de sus cacaoteros tienen clavado un sello metálico del tamaño de una moneda de $1, como registro de que han sido mandados a analizar con la ayuda del IICA. Después de esos análisis, Jaime ha podido comprobar que la mayoría de sus árboles de cacao son criollos y trinitarios, lo que lo hace calificar como productor de cacao fino. “Lo triste es que hace años yo desprecié estas plantaciones y boté la mayoría de palos para sembrar hortalizas. Hoy me arrepiento”, afirma Jaime. Y se lamenta cuando piensa en los quién sabe cuántos árboles de los que arrancó a filo de hachazos eran criollos antiguos.

Para reparar su error, Jaime ha sembrado 750 nuevos árboles en sus 2 manzanas de terreno. Hasta el momento, los únicos cacaoteros que le producen son los 250 sobrevivientes a su hachazos. A pesar de que asegure que cada árbol puede darle más de 50 libras de cacao por año, los casi 13 quintales aproximados que le producen cada año estas 2 manzanas no alcanzan ni siquiera para un día de consumo de chocolate en el país. El Salvador engulle casi 3 toneladas diarias de este alimento. Según la cooperativa de los Izalcos, si la producción salvadoreña lograra ser suficiente para exportar, su cacao se valoraría dos veces mejor (o más) que el de Costa de Marfil, el mayor productor del mundo.

Jaime ha terminado de dar mantenimiento a sus plantaciones. Ya cortó todas las mazorcas de cacao que amanecieron maduras y ya revisó el estado de sus árboles recién plantados. Ya es hora del almuerzo, pero antes de comerse las tortillas recién hechas y los frijoles salcochados que le esperan en su casa, decide continuar con algunos de los menesteres que le permiten producir el chocolate artesanal que lo ha vuelto popular en Izalco.

Una vez en su casa, se dirige hasta el patio de tierra donde están dos canastos curtidos que contienen pepitas de cacao sin pulpa. Están expuestos al sol para que las semillas se sequen lo suficiente. Un vez estén bien secas, Jaime, alguno de sus hijos o su esposa tendrán luz verde para tostarlas a fuego de leña y sobre un comal.

Jaime se resiste a vender su cacao en grano. Asegura que lo que quiere lanzar al mercado es su chocolate. Por eso hasta pidió ayuda para diseñar un logo que manda a imprimir a un cibercafé para pegárselo a cada libra de chocolate blanco —así es nombrado el chocolate producto del cacao fino— que venda. Dice que espera un día poder ser dueño de una marca registrada. “Es que me tiene más cuenta hacer el chocolate y venderlo. Así me pueden quedar hasta $120 por palo de cacao al año. Y ahí ya le desconté los gastos de producción”, argumenta al mismo tiempo en que revuelve las pepitas que han adquirido un color café claro.

Hace pocos meses decidió proponer su chocolate en un supermercado de la zona, uno que tiene sucursales en todo el país. “Al gerente le gustó, pero me asusté cuando me dijo que si se vendía bien la primera tanda, me iba a pedir para todos los supermercados. No tenía ni tierra ni cacao suficiente y le iba a quedar mal”, afirma sin dejar de revolver las pepitas que están tibias por el sol. También dice que ha seguido los consejos y técnicas de aprendió del MAG y del IICA, porque como miembro de la Cooperativa de los Izalcos, alcanzó el apoyo que le brindaron en el Plan de Agricultura Familiar (PAF). El cacao es una de las cadenas productivas que el plan pretende potenciar. Y Jaime asegura que lo que aprendió con ellos le ha ayudado a mejorar su visión de negocios.

Lo que Jaime ignora es que no hay certeza del rumbo que el MAG tomará en los meses que vienen. Eso es porque según Luis Zúñiga, un experto en cacao que coordinó el respaldo que el IICA aportó de la mano con el MAG, las capacitaciones y el seguimiento que el PAF da a los productores incipientes de cacao están envueltos en crisis. “Lamentablemente estamos en un año (pre) electoral. Hay unas políticas de cambio a escala de organización. Cambiaron ministro, cambiaron una plana de técnicos que eran eje en términos administrativos y eso generó, lógicamente, un vacío”, asegurará dentro de tres días el especialista proveniente de Perú.

Luego de afirmar que el cacao podría sustituir a la perfección el cultivo del café de bajío —que en estas fechas está siendo mutilado por la roya— y el de la caña de azúcar, enfatizará en la incertidumbre que no deja ver el camino que seguirá el Gobierno con este cultivo. “Acá la decisión política es crucial. Si no hay decisión política para proyectar determinado tipo de cultivo, o cadena, o enfoque, o industria, o negocio, simplemente se asfixia en un sueño que no es posible, porque necesitamos el paraguas del Gobierno”, remachará.

Y esa incertidumbre no ha podido ser despejada todavía. Se solicitó durante dos semanas conversar con un representante de la cadena de cacao del MAG, pero nadie mostró interés en hablar. Por ello, no ha podido clarificarse cómo continuará el seguimiento a los más 230 productores involucrados en la cadena de cacao —entre los que figuró Jaime— que el MAG y el IICA capacitaron hace unos meses.

Jaime, empero, desconoce esta situación y asegura que tendrá paciencia hasta que pueda producir suficiente chocolate para cumplir su plan de negocios. Si este día quisiera ir a solicitar un crédito para incrementar su plantación, se encontraría con una realidad adversa. Si fuera al Banco de Fomento Agropecuario (BFA), lo remitirían al Banco de Desarrollo de El Salvador (BANDESAL). Ahí debería pedir un crédito que le permitiera pagar hasta después del cuarto año de concedido. Sin embargo, ese tipo de créditos solo está disponible para inversiones en fincas de café. Para el resto de productos agrícolas solo otorgan dos años de gracia. A Jaime, en definitiva, un crédito le resultaría inaccesible.

Luego de que ha terminado de revolver el cacao de los canastos, decide ir a preparar chocolate caliente para acompañar su almuerzo.

Dentro de ocho días, los hijos de Jaime estarán triturando semillas tostadas de cacao en un molino artesanal. Y una vez que la pasta oscura esté cremosa y despida ese olor escandaloso y adictivo, la terminarán de transformar en chocolate, ayudados de un poco de azúcar. Al mismo tiempo, Rafael Trigueros, el presidente de ES-CACAO, estará en su oficina realizando la evaluación de su última visita a los viveros que esta cooperativa ha desarrollado sin la sombra de ningún paraguas gubernamental.

Entre los descansos que se tome mientras analice informes sobre crecimiento de los almácigos y sobre el estado de los árboles que han plantado en 50 fincas a lo largo del país, hará énfasis en que se puede cultivar cacao aun sin el respaldo del Gobierno. Reconocerá plantaciones antiguas, como las de la hacienda La Carrera, en Jiquilisco, Usulután, la mayor productora de cacao en la actualidad. Ahí yace una plantación de 250 manzanas de cacaoteros que tienen un aproximado de 70 años de antigüedad. Y de acuerdo con lo que dirá Marcos Cañas, el encargado de esos cultivos, en los próximos años tendrán plantadas 550 manzanas más.

Trigueros, en un ambiente relajado por el sonido de la música clásica, dirá que iniciativas como la de La Carrera y la de ES-CACAO, la cooperativa que preside, pueden realizarse con un poco de visión empresarial. “Los distintos gobiernos se dedicaron a promover el algodón, la caña, el café, la ganadería, pero no el cacao. Ninguna iniciativa para promover este cultivo debe utilizarse para hacer piñata fondos”, remachará. Y dirá eso al resaltar que sin necesidad de más capital que $6,000 —lo que costaría en promedio plantar cacao en un poco más de 2 manzanas de tierra— logró, junto con 27 socios más, impulsar una producción orientada a la exportación.

Así, después de trabajar durante seis años continuos, las 50 fincas bajo el comando de ES-CACAO parirán la primera producción de cacao fino de aroma de exportación —certificado por la USDA— en 2014. Sentado en su oficina decorada con un enorme cuadro de colores cálidos que retrata la creencia maya del vínculo estrecho entre el cacao y los dioses, dirá que ES-CACAO ya inició contactos con chocolaterías de Francia, Suiza e Italia. La chocolatería que esté dispuesta a pagar más se quedará con la primera exportación oficial de cacao fino que El Salvador hará después de más de 300 años.

“De todo el cacao del mundo solo el 1 % es criollo y no hay que desaprovechar las oportunidades que este cultivo tiene. Ya tenemos sembrados 50,000 árboles y vamos a llegar a los 100,000. Y necesitamos volumen, si queremos llegar al mercado mundial. Ya demostramos que no se necesitan millones para revivir este cultivo”, dirá.

Ese hombre robusto y blanco atestiguará que él y otros socios sustituyeron el café de bajío de sus tierras porque durante años solo les producía pérdidas. También mencionará, rodeado por el olor de una taza de chocolate caliente y cremoso, que ya se están acercando otros pequeños productores de café de bajío. Desesperados porque la roya ha infectado el 50 % de la región, están considerando cambiarse al cacao. “Una productora ya se convenció. Vino a ES-CACAO y ya sembró la primera manzana. Cuando vea que este cultivo es a largo plazo más rentable que el café, se va a cambiar del todo”, reparará.

Aunque no todos están dispuestos a ceder ante el cacao. Rosa Vázquez, una cafetalera de Chalatenango hablará con recelo del cacao. A pesar de que aceptará que este año sus casi tres manzanas de tierra no han rendido suficiente café, dirá que prefiere seguir arriesgándose. “Usted no se puede meter con un cultivo que no conoce, más si todavía no ha visto resultados. Si con el tiempo uno ve que (el cacao) trae cuenta, entonces ya se puede pensar dejar el café”, dirá.

Rafael Trigueros dirá que confía en que la producción de cacao de los años venideros será el mejor argumento ante los que todavía estén escépticos. Por ahora tratará de convertir a cuanto agricultor pueda.

Jaime se ha servido su taza de chocolate. Sin duda, el aroma, el color y sobre todo ese sabor cremoso que se derrite en el paladar es difícil de comparar. Un rimero de tortillas gruesas está servido en la mesa. Jaime está sentado justo detrás del molino artesanal con forma similar a la del vaso de una licuadora, pero hecho de metal. Esa herramienta que se le ha vuelto indispensable tiene impregnado un imponente olor a cacao tostado.

Antes de almorzar, este agricultor repite por enésima vez que el futuro de la agricultura está en el cacao. Y aunque él lo diga empujado por su fe, los estudios de laboratorio, la demanda del mercado y la idoneidad de los suelos salvadoreños hacen que su afirmación tenga sentido. Porque toda la investigación extranjera —investigación de la que El Salvador carece— arroja que, aunque a un paso más lento que otros cultivos, el cacao puede ser más rentable y causar un impacto positivo al medio ambiente.

Antes de dar el primer bocado a su porción de frijoles, Jaime reconoce, al igual que lo hará Rafael Trigueros dentro de ocho días, que la mejor época del año para sembrar cacao ha dado inicio. “Cuando empieza a llover es el mejor momento porque la planta nueva recibe toda la humedad que necesita. Ahorita es cuando.”
 

miércoles, 26 de febrero de 2014

Los Abonos Orgánicos

El uso de los abonos orgánicos para mantener y mejorar la disponibilidad de nutrimentos en el suelo y obtener mayores rendimientos en el cultivo de las cosechas, se conoce desde la antigüedad. Entre los abonos orgánicos se incluyen estiércoles, compostas, abonos verdes, residuos de las cosechas, residuos orgánicos industriales, aguas negras y sedimentos orgánicos. Los abonos orgánicos son muy variables en sus características físicas y composición química principalmente en el contenido de nutrimentos; la aplicación constantes de ellos, con el tiempo, mejoras las características físicas, químicas, biológica y sanitaria del suelo.
Antes de que aparecieran los fertilizantes químicos en sus diferentes formas, la única forma de abastecer nutrimentos a las plantas y reponer aquellos extraídos del suelo por los cultivos, era mediante la utilización de abonos orgánicos. El uso de fertilizantes químicos, favoreció el incremento en el rendimiento de las cosechas.

Este cambio en el uso de abonos orgánicos por abonos químicos en la fertilización de los cultivos, está propiciando actualmente que el suelo sufra un agotamiento acelerado de materia orgánica y de un desbalance nutricional, y que al transcurrir el tiempo pierda su fertilidad y capacidad productiva de los cultivos, lo cual conduce al surgimiento de problemas del medio ecológico y al deterioro de otros recursos naturales.

Los abonos orgánicos por las propias características en su composición son formadores de humus y enriquecen al suelo con este componente, modificando algunas de las propiedades y características del suelo como su reacción al pH, cargas variables, disponibilidad de fosforo, calcio, magnesio, potasio, etc. Haciéndolo más propio para el buen desarrollo y rendimientos de los cultivos.

Por los efectos favorables que los abonos orgánicos proporcionan al suelo, se podría decir que estos son imprescindibles en el uso y manejo de este recurso para mantener y mejorar su componente orgánico, sus características de una entidad viviente, su fertilidad física, química, bilógica y finalmente su productividad.

Además que el uso de abono orgánicos contribuye de manera significativa a cuidar el ambiente por un lado ayuda a conservar de los suelos , me ayuda a obtener alimentos sanos y de calidad , además de que esta proceso hace uso de materiales o residuos los cuales de una manera individual no servirían para nada antes por el contrario sería una carga más para el medio ambiente, por ello el uso de este tipo de materiales en la elaboración e abonos orgánicos contribuye de una manera u otra a proteger el ambiente .

Los nutrientes de las plantas

Todas las plantas necesitan nutrientes para sobrevivir y crecer. Las plantas toman

nutrientes del aire, el suelo y el agua. Como no se pueden ver los nutrientes  son

gases incoloros o semejan polvo disuelto en agua, o están adheridos a cada fragmento

de tierra  a veces es difícil comprender cómo actúan.

La cantidad de nutrientes disponibles para las plantas es afectada por:

• la calidad del sustrato

• la calidad del agua

• el tipo de planta.

Los nutrientes son absorbidos por los finos pelos de las raíces, no por las raíces grandes.

Aun los árboles muy grandes tienen pequeños pelos finos en las raíces para absorber los

nutrientes y el agua que necesitan. Las raíces más grandes sirven para sostener el árbol

y para almacenar el agua y otros alimentos de la planta. Los pelos de las raíces también

pueden excretar líquidos que afectan la acidez del suelo (pH). Cuando se modifica el

pH, también puede cambiar la cantidad de nutrientes disponibles.

Hay dos tipos de nutrientes: los macronutrientes, necesarios en grandes cantidad, y los

micronutrientes, necesarios en cantidades pequeñas. Los tres grandes –nitrógeno, fósforo y

potasio- representan juntos más del 75% de los nutrientes minerales que se encuentran en

la planta. Todos los nombres de los nutrientes se abrevian con una o dos letras, sus símbolos químicos basados en los nombres en latín.


macronutrientes                               micronutrientes

Nitrógeno (N)                                         Hierro (Fe)

Fósforo (P)                                            Manganeso (Mn)

Potasio (K)                                            Zinc (Zn)

Calcio (Ca)                                           Cobre (Cu)

Magnesio (Mg)                                     Boro (B)

Azufre (S)                                            Cloro (Cl)

Molibdeno (Mo)

NUTRIENTES PRIMARIOS.- Son los que se requieren en grandes cantidades. Ejemplo: Nitrógeno(N), Fósforo (P) y Potasio(K).

 NUTRIENTES SECUNDARIOS.- Se requieren en menor cantidad que los primarios. Ejemplo: Calcio(Ca), Magnesio(Mg) y Azufre (S).

 MICROELEMENTOS.- Se requieren en muy pequeñas cantidades pero todos ellos cumplen con una función importante dentro de la planta. Ejemplo: Boro (B), Cloro (Cl), Cobre (Cu), Fierro (Fe), Manganeso (Mn), Molibdeno (Mo) y Zinc (Zn).

La Rizosfera es una parte del suelo inmediata a las raíces donde tiene lugar una interacción dinámica con los microorganismos. Las características químicas y biológicas se manifiestan en una porción de apenas 1 mm de espesor a partir de las raíces.

En un sentido más amplio, la rizosfera se puede considerar como la porción de suelo en la que están las raíces de las plantas, ya que es un zona donde se dan toda una serie de relaciones físicas y químicas que afectan a la estructura del suelo y a los organismos que viven en él, proporcionándole unas propiedades diferentes.

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Abonos orgánicos: Composta

  • La composta es un tipo de abono orgánico que se prepara con diferentes materiales orgánicos, los cuales los podemos encontrar en nuestra misma parcela o comunidad.
    A las compostas también las llaman aboneras, y los dos nombres son correctos; sólo que composta viene del ingles “compost” que significa compuesto de, y, se refiere al efecto de estercolar, abonar la tierra o engrasar la tierra; abonera, viene del español y se refiere al cajón donde están los materiales orgánicos o al producto final. Algunos técnicos dicen que son dos cosas diferentes, pero nosotros pensamos que es un mismo tipo de trabajo que se puede hacer de dos formas o más.
    En las comunidades chiapanecas se está adaptando la palabra composta y se explican y practican diferentes tipos de composta.
  • Algunas comuidades hacen sus compostas rústicas, sólo que no las preparan ni les dan un manejo adecuado, es por esto que su efecto sobre la tierra y las cosechas no se ve muy claro. Pero lo importantees que existe la experiencia de usar los materiales orgánicos, lo que en ocaciones hace más fácil el trabajo de capacitación, aunque algunos compañeros piensan que han tenido experiencias de fracaso con el uso de abonos orgánicos por lo que dudan en hacer composta.
  • Los tipos de compostas que se están promoviendo son:
    de corral o abonera, de pila, y de Pastel.
  • Cada tipo de composta puede usar los mismos materiales orgánicos, y manejarse de la misma manera; pero, la diferencia entre uno y otro tipo está en los materiales de construcción, en la manera de preparar los materiales orgánicos y en la forma del montículo. 
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jueves, 20 de febrero de 2014

Agricultor chileno le ganó un juicio a Monsanto

Importante antecedente para Latinoamérica: Agricultor chileno le ganó un juicio a Monsanto

20/02/14
Un productor chileno demandó a Monsanto y ganó el juicio luego de haber perdido todo lo que tenía tras trabajar con maíz transgénico. José Pizarro fue parte de un experimento que la multinacional llevó adelante con 12 agricultores más entre 2009 y 2010. "Sólo quiero que otros campesinos no tengan que pasar por lo que yo viví. Yo nunca más voy a sembrar transgénicos”, asegura Pizzarro.
José Pizarro Montoya, 38 años, es un agricultor y ex productor de transgénicos en la temporada 2009-2010 en Melipilla (Chile). Es el primer chileno (y quizá el único latinoamericano) que le ha ganado una demanda a Monsanto/ANASAC por incumplimiento de contrato. Además, intentó revelar su caso en el seminario sobre transgénicos organizado en Casa Piedra el 22 de enero de 2014 por el cuestionado ministro de Agricultura Luis Mayol.
Allí panelistas internacionales y nacionales predicaban las bondades de los cultivos genéticamente modificados. Pizarro sólo quería intervenir para decir que no le recomendaba a ningún campesino trabajar para Monsanto cultivando transgénicos de exportación, porque podía terminar arruinado igual que él, además de dañar la tierra. En Chile hay aproximadamente 30.000 hectáreas de semilleros de maíz, soja y raps transgénicos de exportación, comercializados por las transnacionales Monsanto, Pioneer y socios chilenos agrupados en ANPROS, la Asociación Nacional de Productores de Semillas.
En septiembre de 2013, María Elena Rozas coordinadora de la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile y Lucía Sepúlveda conocieron la experiencia de Pizarro y pudieron observar de primera fuente los resultados de las malas prácticas ambientales y comerciales de Monsanto/ANASAC en Chile. “El agricultor no sabía exactamente qué sembraba, no tenía idea de qué era una semilla transgénica; en el contrato figura un nombre de fantasía: maíz Mon49. En el cultivo tenía que usar obligadamente y en forma intensiva, más de diez plaguicidas dañinos para la salud y el ambiente. El contrato que firmó lo obligaba a recurrir sólo a la Cámara de Comercio, no podía querellarse en tribunales. El nos explicó que muchos productores también han tenido problemas con Monsanto, pero no acuden a la Cámara porque es muy caro”, señaló María Elena Rozas.
La sentencia favorable a Pizarro en el juicio de rol 1385-11 caratulado como Agrícola Pizarro Ltda. con Agrícola Nacional S.A.C, fue dictada por el juez árbitro de la Cámara de Comercio, Francisco Gazmuri Schleyer. La Corte de Apelaciones de Santiago la confirmó en septiembre de 2013, rechazando el recurso de casación y queja presentado por la empresa. Pero durante los cuatro meses posteriores la demandada se negó a cumplir el fallo. Por esa razón el agricultor no dio a conocer previamente su caso. Sólo a fines de diciembre de 2013, Pizarro recibió los 37 millones de pesos que la Cámara le ordenó pagar al afectado, sin embargo esa suma no alcanza a cubrir los daños ocasionados. Los documentos del SAG de Declaración de Semilleros OVM incorporados en la demanda, identifican la solicitud de certificación como de ANASAC Chile (Monsanto) y fueron cuestionados por Pizarro, que acusa complicidad con la empresa.
En el proceso fue decisivo el peritaje del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria), elaborado por el ingeniero agrónomo Gabriel Saavedra del Real sobre lo ocurrido. También fue determinante la comparecencia de Levi Manzur, académico de la Universidad Católica de Valparaíso y destacado genetista de Los Andes, cuyas conclusiones fueron en el mismo sentido de la denuncia del demandante.
Pizarro perdió su casa, su máquina fumigadora, un tractor, y su camioneta. Lo abandonó su pareja y quedó a brazos cruzados. Debía 90 millones de pesos al Banco Santander (por acumulación de intereses) luego de cultivar en Melipilla maíz transgénico de Monsanto para ANASAC. María Elena Rozas comenta: “Lo ocurrido a este productor puede servir de ejemplo para centenares de pequeños productores agrícolas encandilados por promesas de grandes ganancias y trato justo, por parte de las empresas exportadoras de semillas transgénicas. Pero eso ocurre sólo al principio. La gran mayoría de los estafados no denuncia y se hace dependiente de lo que le ofrezca la empresa, que es cada vez menos. Y no hay muchas alternativas en el campo, no hay políticas públicas ni incentivos que favorezcan efectivamente la producción agroecológica; eso es lo que debemos cambiar”.
Pizarro proviene de una familia de agricultores de Los Andes (Región de Valparaíso), y por años trabajó con su hermano como hortalicero. Para sembrar transgénicos arrendó en Melipilla 33,07 hectáreas, que forman parte del fundo Rumay del empresario Manuel Ariztía (de la industria de Pollos Ariztía), para producir maíz transgénico para ANASAC (Monsanto). El “gran negocio” de los transgénicos ha sido para Pizarro prácticamente el fin de su vida como agricultor.
Nos explica: “Yo ahora soy un estudioso de los transgénicos, aprendo a través de Internet, y además he averiguado sobre Monsanto y su prontuario criminal.” Cuando tomó conciencia de lo que le había ocurrido, se dirigió a la Agrupación Ecologista de Aconcagua, organización de Los Andes que forma parte de nuestra campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile, estableciendo así contacto con RAP-AL Chile para dar a conocer su caso y denunciar a Monsanto.
Hoy José Pizarro está en la lista negra de la transnacional, y a su vez, para el agricultor, Monsanto pasó a la categoría de empresa corrupta, abusadora y depredadora. “Yo he visto que con el maíz transgénico había ratones muertos a la vera del camino, después que se comían los choclos”, denuncia.
En dos temporadas anteriores Pizarro había obtenido grandes ganancias con el maíz transgénico y la empresa lo consideraba un excelente productor. Nunca antes él se preguntó qué riesgos ambientales o comerciales podía correr tratando con Monsanto. “El año 2009 ellos quisieron hacer un experimento conmigo. Eran 12 agricultores los que estábamos sembrando en Chile ese tipo de maíz y sólo a dos nos hicieron sembrar hileras de hembras (de semilla transgénica) y machos (de semilla híbrida) en proporción 4:1; los otros productores sembraron en proporción 4:2. El SAG estaba a cargo de fiscalizar y en mi opinión es cómplice de la empresa, porque en sus informes anotó que yo había sembrado 4:2, lo que estaba a la vista que no era así. Según sus informes, pareciera que yo hubiera sembrado con las mismas instrucciones que les dieron a los demás productores. Pero no, yo sembré a ciegas, hacía lo que ordenaba la empresa, ni me fijaba en lo que escribía el certificador del SAG porque el contrato me obligaba a seguir estrictamente sus instrucciones.”
Entre las instrucciones del SAG está asegurarse que no haya maíz criollo cerca, porque podría cruzarse con el cultivo transgénico y afectar su multiplicación. SAG vigila que no se perjudique la siembra de transgénicos, pero al productor convencional de esa especie no lo protege nadie. Siguiendo las recomendaciones de Monsanto, Pizarro pidió a un vecino que había plantado maíz, que lo sacara. Pero se trataba de una persona mayor, que no aceptó porque quería tener sus propios choclos para humitas en el verano. El productor informó a la empresa y el agrónomo Francisco Araya Vargas, le ordenó “Tírale Roundup” (el herbicida que mata cualquier planta que no sea transgénica). Pizarro prefirió cortar de noche las panojas del maíz del vecino para que no pudieran dar polen y multiplicarse. Lo cuenta con vergüenza.
ANASAC Chile /Monsanto a través de su gerente Rodrigo Malagüeño, aseguró en el juicio que ningún multiplicador de maíz transgénico los había demandado anteriormente. En general sólo las grandes empresas pueden ir a arbitraje a través de la Cámara de Comercio. Pizarro, que no estaba dispuesto a arruinarse en silencio, se arriesgó. “De partida tuve que pagar $700.000 para que me atendieran y luego $4.400.000 para financiar al juez. Puse una demanda por $218.000.000 y el juez finalmente falló en mi favor pero sólo saqué $37.000.000 que es muchísimo menos de todo lo que he perdido.” Explica Pizarro: “Yo no recibí instrucciones adecuadas para la siembra y por eso la producción fue mala y por consiguiente la liquidación también. El precio se calcula sobre la base de la producción del mismo maíz por otros multiplicadores de la región del Maule, pero ellos recibieron instrucciones diferentes a las que me dieron a mí, y por eso produjeron mucho más que yo. Yo coseché 106.780 kg de maíz pero la producción real, seleccionada en la procesadora de Lo Espejo de acuerdo a los estándares requeridos por Monsanto, fue sólo de 38.509 kg”
La sentencia estableció que la empresa “incumplió una obligación de hacer, consistente en prestar los servicios de supervisión técnica de la siembra en forma diligente y dando estricto cumplimiento a las instrucciones del fabricante de la semilla Monsanto, cayendo en incumplimiento contractual negligente”.
A Pizarro lo buscó Monsanto. Llegaron hasta el predio donde él cultivaba hortalizas en Melipilla y le dijeron que por satélite lo habían ubicado porque el lugar se prestaba para cultivo de maíz transgénico pues no había otro maíz convencional cerca. El primer año (2008) le regalaron la semilla transgénica y el Roundup. Pizarro sólo tuvo que comprar abonos e insecticidas. Incluso le pagaron el arriendo del predio. El sólo debía cuidar el cultivo. Le ofrecieron pagarle tres millones de pesos por hectárea. En 2009 también le dieron la semilla “pero el veneno lo compré yo. Estuve dos días sembrando y a pesar que yo tenía máquinas la empresa me obligó a sembrar con las de ellos, que son más nuevas, eso fue un gasto enorme”, explica el productor rural. Ese mismo año Monsanto compró la división de maíz y soya de ANASAC. Los productores recibieron una nota diciendo que en adelante, debían seguir las instrucciones de ANASAC Chile, es decir de Monsanto, el nuevo dueño. Pero para los efectos comerciales y legales, curiosamente Pizarro debió entenderse con ANASAC SA, cuyo gerente es Rodrigo Malagüeño, una estrategia para no figurar abiertamente en la querella.
El arbitraje de la Cámara de Comercio estableció que ANASAC/Monsanto incumplió su obligación “consistente en prestar los servicios de supervisión técnica de la siembra en forma diligente y dando estricto cumplimiento a las instrucciones del fabricante de la semilla Monsanto”, incurriendo en incumplimiento contractual negligente. La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó este fallo y no existen más instancias para este tipo de arbitraje. La sentencia de la Corte, firmada por Pilar Aguayo, Carlos Carrillo y la abogado integrante Claudia Schmat, también condenó a ANASAC a pagar los costos de la apelación.
José Pizarro concluye señalando: “Sólo quiero que otros campesinos no tengan que pasar por lo que yo viví. Yo nunca más voy a sembrar transgénicos”.EcoPortal.net
Urgente24
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sábado, 15 de febrero de 2014

Desarrollan veloz método de tratamiento para suelos contaminados

En la agricultura, los pesticidas son sustancias muy socorridas para eliminar la presencia de hongos, insectos, virus y otros agentes que amenazan la productividad de los cultivos. Sin embargo, el uso constante de estos agroquímicos no sólo puede causar daños a la salud, sino que contamina los suelos.
Por las razones anteriores, científicos del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (Cideteq) trabajan en el tratamiento de terrenos afectados por estos compuestos orgánicos.
La metodología diseñada por el doctor Francisco Rodríguez Valadez consiste de dos etapas. En la primera, conocida como lavado de suelos, el contaminante es extraído del suelo mediante una solución con un surfactante (químico que reduce la tensión superficial de los líquidos) que permite solubilizar una parte importante del pesticida presente.
En la segunda fase, el contaminante contenido en el extracto de suelo es degradado a través de la aplicación del proceso Foto-electrofenton (el cual genera radicales libres de hidroxilio con alto poder oxidante); de esa manera, el agroquímico puede ser destruido y convertido en subproductos de la oxidación, o bien si la oxidación es completa, en dióxido de carbono y agua.
El titular del proyecto señaló que para esta investigación utilizaron como contaminante el diuron, herbicida derivado de la urea (compuesto químico orgánico) que se emplea para controlar malezas en cultivos de plátano y caña de azúcar; este agroquímico se adsorbe persistentemente en el suelo con una vida media de hasta 11 meses. Se lo considera tóxico, pues al contacto provoca irritación en piel y mucosas.
El sistema de lavado que propone el doctor Francisco Rodríguez remueve más de 80 por ciento del diuron presente en el suelo en un periodo de 16 horas, mientras que el proceso de oxidación elimina prácticamente todo el contaminante presente en tan sólo 60 minutos.
Las muestras de suelos utilizadas para este proyecto se colectaron en terrenos aledaños a zonas de cultivo, donde suelen prepararse las formulaciones de agroquímicos para su aplicación.
“En conjunto, esta alternativa permite remover de manera eficiente el agroquímico en tiempos menores a 20 horas, por lo que puede ser atractivo para casos urgentes, donde se requiere resolver de manera rápida el problema de contaminación de suelos”, aseguró el científico de este Centro de Investigación Pública del Conacyt.
El método de tratamiento diseñado por Rodríguez Valadez también puede aplicarse a suelos contaminados con compuestos orgánicos, tales como hidrocarburos y pesticidas en general.
El investigador destacó que el proyecto aún se encuentra en etapa de laboratorio, por lo que no han realizado pruebas de fertilidad al suelo; sin embargo, resultados obtenidos con otras muestras permiten inferir que el suelo tratado se puede mezclar con materia orgánica para que sea cultivable.
El desarrollo de esta tecnología de tratamiento de suelos contaminados con fertilizantes fue financiado por los Fondos Mixtos del gobierno del estado de Chiapas y el Conacyt. (Agencia ID)

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miércoles, 12 de febrero de 2014

controlan mosca de la fruta en cultivos de naranja sin pesticida

moscaLa infestación de cultivos de naranja por mosca mexicana de la fruta y la cancelación de exportaciones de pulpa cítrica congelada que experimentó la empresa veracruzana Cítricos EX (Citrex), motivó a su área de investigación a crear una técnica eficaz en el control de la plaga sin usar pesticidas, así como a desarrollar un modelo matemático para pronosticar el momento en que el fruto es más susceptible al ataque.
Los estudios, realizados desde hace dos años, aunados a la asesoría proporcionada por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (Inifap) y el Instituto de Ecología (Inecol), “nos han permitido diseñar una estrategia de control que impide la presencia del insecto en la fruta”, informó la ingeniera Sofía Antonio Nemiga, investigadora de Citrex y titular del proyecto.
La técnica consiste en colocar trampas de mosca en el área de cultivo; se distribuyen 60 por hectárea en lugar de una por cada cinco hectáreas, como suele hacerse. “Usamos sustancias atrayentes de alta efectividad que se vierten dentro de botellas pet de 500 mililitros, a las que previamente se les realizaron perforaciones de 8 a 10 milímetros”, detalla Fortino Herrera Méndez, investigador de Citrex que también colabora en la investigación.
Enfatiza que estudios realizados en campo les permitieron conocer la distribución que le tienen que dar a las trampas dentro del huerto, pues hay zonas donde la mosca ataca más. En este sentido, Antonio Nemiga destaca que con esta técnica se ha logrado procesar fruta sin plagas ni pesticidas, con lo que Citrex ha restablecido las exportaciones y, al mismo tiempo, le es posible pagar un precio mayor a los productores por los cítricos que adquiere.
Respecto al modelo matemático, los investigadores indican que todavía se encuentra en fase experimental; sin embargo, en aproximadamente cinco ciclos agrícolas podrían completarlo para determinar en qué momento la fruta es más susceptible de ser infectada.
Cabe destacar que el desarrollo de este proyecto ha permitido la instauración de una red de estaciones climatológicas que permiten monitorear a insectos que atacan cultivos. A lo que se suma la capacitación a los productores, investigadores y estudiantes.
“La información sobre el método de control ya está disponible, por lo que los productores de cítricos pueden acercarse a nosotros en cualquier momento para obtener asesoría e implementar la técnica, pues además tiene la ventaja de ser muy accesible. La idea es seguir desarrollando alternativas para controlar a las poblaciones de mosca y que siempre puedan adoptarse y aplicarse sin generar una fuerte inversión”, puntualiza Herrera Méndez. (Agencia ID)

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martes, 11 de febrero de 2014

Diferencias entre agroecología y producción orgánica.


Podría pensarse en principio, que Agroecología y Producción Orgánica se refiere más o menos a lo mismo. Podría uno decir que es producción agropecuaria sin agrotóxicos. Y estaría en lo cierto.
Como producción orgánica, y por ende productos orgánicos, se entiende aquella producción o proceso productivo agropecuario y agroindustrial en el que no se utilizan determinadas sustancias que están proscriptas por un protocolo, que se rige de acuerdo a legislación vigente. Producir en forma orgánica es, entonces, producir de acuerdo a un determinado reglamento.
La reglamentación y la certificación orgánica hacen hincapié en la seguridad del consumidor y del medio ambiente. Se busca la obtención de un producto química y bacteriológicamente sano –hago la salvedad porque puede entenderse “sano” desde una concepción más integral- que haya sido producido sin afectar al medio ambiente con residuos tóxicos y que no implique riesgos para la salud del consumidor.
Se puede cultivar orgánicamente frutillas, algodón, trigo, aún en monocultivos; se puede aplicar agroquímicos –hay una larguísima lista de productos comerciales aprobados- a condición de que no estén prohibidos por las reglamentaciones, porque no causan daño ambiental ni son riesgosas para la salud del consumidor.
Así es que se puede tener un monocultivo de 40 has de frutillas, al que se le aplican muchos productos comerciales (hormonas, sales minerales, promotores de floración, aminoácidos, extractos vegetales) y ese cultivo certifica como orgánico si está dentro de los límites de la normativa. Doy el ejemplo de la frutilla porque conozco un caso concreto como el descripto.
La agroecología es un planteo mucho más amplio, con una mirada integral sobre el ecosistema. La agroecología plantea la producción agropecuaria a partir del diálogo de saberes entre la academia y el campesinado; entre la tradición y los conocimientos científicos; buscando las tecnologías que permitan producir en forma sustentable y saludable de acuerdo a los dictados de la naturaleza; respetando la diversidad biológica y cultural. La agroecología es eminentemente local; no puede dictarse universalmente un reglamento para el cultivo agroecológico.
Pero sí hay criterios muy claros a seguir. En la agroecología tampoco se utilizan productos químicos de síntesis; también se protege la salud del ecosistema y de los consumidores; pero se entiende como SANO, a un producto sin tóxicos, sin sustancias dañinas, sin energía negativa, sin una historia dañina; un producto concebido, producido y consumido en un agroecosistema y un entorno social saludables. SANO y SALUDABLE tienen para la agroecología un componente holístico que va más allá de las determinaciones de laboratorio.
No se puede cultivar solamente algodón, o maíz, o frutillas agroecológicamente. Sí se puede diseñar y cultivar un agroecosistema que produzca frutillas, algodón, maíz… y muchísimas cosas más. Porque agroecológica es una chacra o finca, no un cultivo.
Los productos agroecológicos son orgánicos casi indefectiblemente, aunque se dan casos de ciertas prácticas agroecológicas vedadas por las reglamentaciones de producción orgánica. A la inversa, no ocurre lo mismo: muchísimos productos orgánicos no son agroecológicos. Lo orgánico mantiene casi siempre la misma lógica mecanicista, materialista, reduccionista que el resto de la agricultura “moderna”.
Así, existe un enorme mercado de productos aprobados para la agricultura orgánica; en muchos lugares los productores orgánicos “importan” a sus fincas estiércoles, abonos orgánicos, residuos vegetales, lo cual no tiene nada de ecológico. Hay marcas especializadas en proveer insumos para la agricultura orgánica, desde semillas hasta empaques.
En cambio la agroecología plantea el uso de recursos de la propia finca, disminuyendo en todo lo posible la dependencia de insumos externos; y en consecuencia, no existe un mercado de “insumos agroecológicos” ni cosa parecida. La lógica agroecológica está lejos del mercado.
Finalmente, hay un componente en las reglamentaciones de producción orgánica que es para-arancelario; los países del norte buscan la manera de limitar las exportaciones desde el sur, reglamentando de manera que sea más fácil seguir las normativas en los climas templados de norte América, Europa y Japón que en el trópico latinoamericano, africano o indio.
Un ejemplo concreto de esto último es la prohibición, en la mayoría de las normativas, del uso de sales minerales de micronutrientes, naturalmente deficientes en los trópicos, sobre todo cuando se ha trabajado con técnicas de agricultura modernizada durante algún tiempo.
Resumiendo:
La producción orgánica es un modo de producir que busca la preservación del ambiente y el cuidado de la salud del consumidor; puede ser más o menos materialista, más o menos mercantilista, más o menos comunitaria en su mirada.
La agroecología es una propuesta metodológica de transformación social, que plantea modos de producción, transformación y consumo que respeten la diversidad natural y social de los ecosistemas locales y aseguren la sustentabilidad. Es siempre solidaria, comunitaria, local, ecosistémica en su mirada.
Por ello es más fácil exportar productos orgánicos que productos agroecológicos. Gastar más energía en el transporte que en la producción cae afuera de la lógica agroecológica, es casi un absurdo.
Agroecología y producción orgánica.
Una mirada para el debate.
Ing. Agr. Luis Skupieñ